domingo, 27 de abril de 2014

LA MUJER EN LA GRECIA CLÁSICA

La situación de la mujer de familia acomodada en la Atenas del siglo V no parece demasiado halagüeña. Las esposas de los ciudadanos, por ejemplo, no tienen ningún derecho político ni jurídico, encontrándose a este respecto al mismo nivel que los esclavos. Su vida transcurre recluida en el gineceo, las habitaciones de la casa reservadas a las mujeres, de las que, siendo jóvenes, apenas salen, excepto para asistir a alguna fiesta religiosa o a las clases de canto y baile -las que estén destinadas a participar en los coros religiosos-, debiendo permanecer lejos de toda mirada masculina, incluso de los miembros de su propia familia. No así en Esparta, donde a este respecto las costumbres son más tolerantes, realizando los ejercicios físicos junto con los jóvenes fuera de sus casas en lugares públicos. Las jóvenes atenienses, por el contrario, reciben una enseñanza fundamentalmente centrada en la preparación para las ocupaciones domésticas: aprendizaje de cocina, elaboración de tejidos, organización de la economía doméstica y, algunas, rudimentos de lectura, cálculo y música, todo ello a cargo de algún familiar femenino, o alguna criada o esclava. Su vida está fundamentalmente orientada, pues, hacia el matrimonio, que tenía lugar, por lo general, en torno a los catorce o quince años, y que en la época es el resultado de un trato entre familias, en el que tampoco intervienen. En los últimos años del siglo V, en la época de la guerra del Peloponeso, la situación de las mujeres atenienses parece mejorar un poco en cuanto a su libertad de movimientos, como se refleja en algunas obras de Aristófanes, como Lisístrata o la Asamblea de mujeres.
En esta época, y en la inmediatamente posterior a principios del siglo IV, vivieron en Atenas algunas mujeres que, atenienses o no, destacaron por su inteligencia y cultura, al tiempo que rechazaban su reclusión en el gineceo y buscaban un trato de tú a tú con los hombres, llegando a ser reconocidas y admiradas por muchos de ellos. Es el caso de Aspasia de Mileto, con la que se emparejó Pericles, participante habitual en las reuniones filosóficas y políticas que éste celebraba con sus amigos, entre los que se contaba Anaxágoras, por ejemplo, y admirada por Sócrates, que le tenía un gran respeto según el decir de Jenofonte ("Económico") y Platón ("Menexeno"). También, si tomamos en consideración el testimonio de Diógenes Laercio, hubo mujeres en la Academia de Platón, Lastenia de Mantinea y Axiotea Flisiaca, entre otras, lo que no es de extrañar si tenemos en cuenta las consideraciones de Platón sobre la mujer en la República.

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